QUINTO DIA: TEMA CENTRAL: Cristo está pasando por tu vida.
● En este Quinario hemos compartido una fe y
una vivencia que nos acerca a Cristo.
● De mi conciencia no podré librarme nunca.
● El encuentro con Jesús me lleva a los
hermanos.
● El Señor quiere que sea un constructor de
unidad y de fraternidad.
● Cuando se apaguen estas velas. ¡Que nuestro
corazón quede encendido en tu amor, Señor!
● ¿Estoy ahora en condiciones de escuchar a
Cristo que me dice ven y sígueme?
● ¿Qué puedo hacer para que mis hermanos
encuentren al Señor?
POR QUÉ A
MI
El Señor se acercó a mí y me llamó por mi nombre. Su presencia y su palabra me envolvían y yo me sentía el más pobre.
Pero ¿por qué me visitas, Dios mío? ¿Por qué a mi, el más miserable? ¿Por qué te has fijado en mí? Pasa de largo, te lo ruego, que hay muchos mejores que yo, o déjame ahora, quizás más tarde, otro día.
Y temblaba por la presencia, por la exigencia, por lo que tendría que hacer o que dejar.
Pero Él se acercó más, me penetraba, y repetía mi nombre una vez y otra. Soy yo, me decía, no temas.
Y cada vez que hablaba, cada palabra suya era como un mar de dicha que entraba en mi, como un fuego que me transformaba, como un viento liberador que se llevaba todos los miedos.
Ahora temblaba, pero de emoción y con lágrimas. Ya no importa mi pequeñez y pecado, porque Él estaba ahí y me hablaba.
Y, así me puse en sus manos incondicionalmente: Aquí estoy Señor para hacer tu voluntad.
Aquí estoy, Señor, lo que Tú quieras, pero ya no me abandones.
El Señor se acercó a mí y me llamó por mi nombre. Su presencia y su palabra me envolvían y yo me sentía el más pobre.
Pero ¿por qué me visitas, Dios mío? ¿Por qué a mi, el más miserable? ¿Por qué te has fijado en mí? Pasa de largo, te lo ruego, que hay muchos mejores que yo, o déjame ahora, quizás más tarde, otro día.
Y temblaba por la presencia, por la exigencia, por lo que tendría que hacer o que dejar.
Pero Él se acercó más, me penetraba, y repetía mi nombre una vez y otra. Soy yo, me decía, no temas.
Y cada vez que hablaba, cada palabra suya era como un mar de dicha que entraba en mi, como un fuego que me transformaba, como un viento liberador que se llevaba todos los miedos.
Ahora temblaba, pero de emoción y con lágrimas. Ya no importa mi pequeñez y pecado, porque Él estaba ahí y me hablaba.
Y, así me puse en sus manos incondicionalmente: Aquí estoy Señor para hacer tu voluntad.
Aquí estoy, Señor, lo que Tú quieras, pero ya no me abandones.
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