sábado, 14 de enero de 2012

DIPUTACION DE FORMACION: Cuarto día de Quinario

PREDICA: Rvdo. P. Fray Pedro Fernández Alejo, O.SS.T., Párroco de San Ignacio de Loyola y Delegado Diocesano de Pastoral Penitenciaria.

CUARTO DIA: 
TEMA CENTRAL: El sacramento del perdón es una expresión portentosa del amor y de la misericordia del Señor con los hombres.
    Tenemos que realizar un proceso de conversión. Proceso que dura toda la vida.
    Dios se siente ofendido cuando cierro mi corazón a los demás.
    Lo que perdonéis en la tierra será perdonado en el cielo.
    Si no hay perdón no hay fe ni amor. 
    Yo te perdono y pido perdón, de corazón. Si no es así, estamos falseando el Evangelio. Jesús une el perdón a la sanación.
    ¿Soy testigo de paz y renovación, en los ambientes donde vivo?
    ¿Ponemos paz en nuestros ambientes?, o seguimos inyectando la discordia.
    ¿Nos atrevemos a decir? “Padre nuestro, que estás en el cielo…”

HE PECADO, SEÑOR


Alguien me dice interiormente que he pecado.

Enséñame, Tú Dios mío, que vea, ponme delante de tu espejo, cura esta ceguera, esta soberbia mía de creerme perfecto.

Quizás mi pecado sea no ver, no ver la cantidad de orgullo que me ciega estar tan seguro, tan lleno de mi mismo, no ver al otro; no lo mato, ni le robo, no, pero le olvido, me resulta indiferente, le dejo que se muera. ¿Qué más da?

Quizás mi pecado sea encerrarme en mí mismo, en mi burbuja, en mi mentira, no abrirme a los vientos del Espíritu, no crecer en libertad, no soñar, no preocuparme del otro, no amar.

Mi pecado será no creer, no atreverme a decir Sí, hágase, no querer salir de casa, no quemar mis naves y mis bienes.

Dame, Señor, tu luz, dame un corazón limpio y transparente, hazme consciente de mi suciedad, de lo poco que he crecido, del vacío de mi vida, y que diga convencido:

¡He pecado! He pecado contra ti, Señor, y, por lo tanto, pequé contra el hermano.

Sí, reconozco que he pecado.

1 comentarios:

Francisco Espada dijo...

Sin perdón no se puede dar el amor y sin amor no hay cumplimiento del único mandamiento de Jesucristo.